Publicado en11 julio, 2013 Por EnGestión de RRHH Y7716 Views

Cuestión de actitud

Publicado en la web de Lawyerpress 11.07.2013descarga

¿Cuantas veces nos hemos planteado los motivos por los que hemos podido molestar a alguien? Por ejemplo, a un cliente.
En ocasiones, nos sorprende encontrarnos con el hecho de haber incomodado a una persona, (compañero de trabajo, cliente, amigo…) y no ser capaces de encontrar el motivo. Pues bien, con toda probabilidad haya sido la actitud que hemos adoptado ante una determinada cuestión, o cómo nos hemos mostrado en un determinado momento, y además, sin tan siquiera ser conscientes de ello.

Con nuestra actitud mostramos la evaluación que hacemos de otras personas, de un cliente, del trabajo de nuestros compañeros, de las opiniones que se nos trasladan, o de las aportaciones que se nos hacen para dar solución a un problema… también, con nuestras actitudes establecemos conexiones con otras personas, definimos nuestra propia identidad, marcamos el territorio respecto a nuestra accesibilidad y expresamos, o no, nuestra empatía respecto a nuestro interlocutor, y esto forma parte de nuestra realidad cotidiana y está presente en todos los ámbitos de nuestra vida.

Esto, necesariamente conlleva una reflexión: la predisposición neutra, negativa o positiva hacia los demás influye en cómo se nos percibe y por ende, en cómo se percibe la entidad a la que representamos. Por lo tanto, debemos plantearnos cuáles son las actitudes que hemos de mantener en el entorno profesional, puesto que de éstas también depende cómo se percibe nuestra marca personal, así cómo, la marca de la organización a la que se representa.

Tamotsu Shibutani (“Sociedad y Personalidad”) señaló que “Los hombres rara vez están aislados y actúan como agentes independientes. (…) La conducta humana es algo que se construye en el curso de la interacción con otras personas.”
Siendo esto así, hay que señalar las actitudes esenciales que, sin duda, generarán valor y marca, tanto dentro como fuera de la entidad a la que pertenezcamos.

Confianza.- Si se genera y mantiene la confianza se facilitan intercambios, se otorga el beneficio de la duda y se desarrollan conductas de cooperación. Esto implica facilitar una convivencia en la que imperen la colaboración, la integridad, la honradez y la sinceridad. Crear confianza es un proceso complicado. Destruirla siempre es mucho más fácil, por tanto, éste es un lujo inaceptable, que ha de ser desterrado de la actitud de todo buen profesional.

Comunicación.- La comunicación, entendida con carácter transaccional, puede ser generadora de soluciones o conflictos. La comunicación es un proceso, de feed back, en el que, todo lo que se dice, como se dice y qué gestos mostramos, influye en nuestros interlocutores. Por ello, hay que cuidar con esmero las formas de comunicación, sabiendo que, escuchar es fundamental para entender al otro, permitirle aportar nos aportará conocimiento y comprensión, y, con ello podremos transmitir el mensaje adecuado a cada circunstancia.

Compromiso.- Sin compromiso no se alcanzan objetivos. Hay que conjugar el compromiso con la organización y el compromiso con el cliente. Hay que saber identificarse e implicarse con ambos, ya que de ese modo, se conseguirá el compromiso recíproco.

Implicación.- El grado de implicación también se percibe por los clientes, se trata de la actitud que muestra nuestra motivación, pasión y seguridad ante los casos o cuestiones que se nos plantean. Por ello, es importante generar contextos y condiciones que faciliten y potencien que todos los colaboradores de la organización se impliquen en su trabajo. Esto siempre es percibido por los clientes y permite el logro de una ventaja competitiva sostenible en el entorno en que se desarrolla la actividad.

Aprendizaje.- La cultura del aprendizaje es también una actitud que se percibe. Cualquier organización que se precie de serlo, ha de implantar el término “organización inteligente”. La actitud ante los cambios implica aprender y adaptarse de forma permanente, y esto representa, marcar la diferencia. Citando a Arbúes, éste define a una organización que aprende, como: “Una organización que ha aprendido a adaptarse de forma rápida a los cambios y ha desarrollado un estilo propio de ser y hacer que le diferencie”.

La organización que genera confianza, comunica adecuadamente, se compromete, implica y aprende, posibilita a las personas que la integran compartir su conocimiento, expande el mismo al exterior y crea una imagen diferente ante el cliente, esto garantiza dar un enfoque diferente, e implica al propio cliente en los procesos de la organización.

Sí, la actitud es esencial puesto que es lo que se transmite de la marca, pero para alcanzar una buena actitud, hay que trabajar y actualizar cuatro elementos: la estrategia, la estructura de la organización, el estilo de dirección y de trabajo, y la cultura y valores de la propia marca, porque en definitiva, en cualquier ámbito de la vida, todo es cuestión de actitud.

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